* En un emotivo concierto, el cantautor cubano trajo algo nuevo al igual que un poco de nostalgia con sus notas
MILENIO
El Auditorio Nacional prácticamente estaba lleno, por ahí una que otra butaca que esperaba a su dueño.
Silvio Rodríguez apareció en punto de las 8:40 de la noche. El público lo llamaba con aplausos desde la media.
El público, en su mayoría entre sus 40 y 60. Por ahí algún despistado adolescente, como la que que sienta a mi lado, que viene a conocer la trova cubana y las canciones que su mamá entonaba como universitaria.
En jeans, camiseta negra, camisa de mezclilla, calcetines rojos y su característica boina color caqui.
Inició directo, tras un «¡Viva México!», guitarra en mano, acompañado de sus músicos, incluida la flauta transversal tan característica de la música del cubano, que esta noche estuvo a cargo de la magnífica Niurka González.
Su misma voz dulce y rasposa entonaba nuevas canciones, algunas de poetas cubanos que admira, como Rubén Martínez Villena: «La pupila insomne».
La noche empezó despacio, Silvio fue calentando a su público, arrancando con canciones más nuevas, menos conocidas. Y poco a poco fue subiendo el ánimo; la gente comenzó a corear tímida, aunque los gritos de: «¡Viva Cuba!» y «Silvio, ¡te amo!» no pararon de sonar.
Ya para cuando empezó con «Te amaré», el Auditorio estaba entregado a escuchar y sentir cada palabra de la canción, para terminar en una enorme ovación.
«Óleo de una mujer con sombrero», «La Maza»…
«Han sido tiempos en los que hemos perdido a seres amados y queridos. Esta canción que hice en otra circunstancia la quiero dedicar a una perdida reciente; hay perdidas que son irreparables como la de una persona que supe venia a mis conciertos, y perdió la vida en estas circunstancias: Héctor Migue. Para todos especialmente para él: «Mi unicornio azul».
Silvio siguió conmovido: «Este año perdí a un amigo de 60 años de amistad»; se conocieron de 14 y 15 años, en los inicios de la Revolución cubana, contó. «Yo encontré la guitarra en las Fuerzas armadas, y empecé a hacer canciones, él en otras circunstancias: Vicente Feliú».
Y subió a cantar con Silvio la sobrina de Vicente, Malva Rodríguez, la canción «Créeme». Y luego con Malva al piano y Silvio al micrófono interpretaron «No es fácil».
«En todas partes hay machismo y abuso contra las mujeres, por eso hice esta canción: ‘Yo te quiero libre'».
«Rabia» encendió los ánimos, para seguir emocionando al público con «En el claro de la Luna».
«Esto es algo que hice en pandemia, es un danzón: ‘Danzón para la espera’.
«Quién fuera», «Eva».
Llegó «Canción del elegido» y todo el Auditorio la entonó, algunos con lágrimas en los ojos.
Silvio dejó que el público lo acompañara y cantara solo varias partes de «La era está pariendo un corazón».
Antes de despedirse con esta canción, dijo: «Alguna vez se la canté a Fidel, hoy se la voy a cantar a Andrés Manuel (López Obrador)» y se lanzó con «El necio».
Después de los gritos de «otra, otra», regreso para cantar a coro con casi 10 mil almas «Soy feliz».
Silvio Rodríguez nos demostró esta noche que no importa si acompañó los rebeldes e idealistas años de universidad o si apenas llegó hoy a los oídos de una adolescente de 13 años, su voz, sus notas, melodías y letras igual llegan al corazón.