* La captura de «El Huevo», «El Chaparrito» y «Bin Laden» evidencia la colaboración con Estados Unidos, pero nada habla de un cambio en la estrategia de López Obrador contra las organizaciones criminales
El País
Ciudad de México., 28 de marzo del 2022.. En la lucha contra el narco, el Gobierno mexicano ha repartido estos días más balazos que abrazos, en contra de la proclama que repite el presidente Andrés Manuel López Obrador, inclinado desde el inicio de su mandato a no entablar una lucha armada contra las organizaciones criminales. A la detención, en la madrugada del lunes, del líder del cartel del Noreste, Juan Gerardo Treviño, El Huevo, hay que sumar los arrestos el domingo de Antonio Leonel, alias Bin Laden y Aldrin Miguel Jarquín, El Chaparrito, en Chiapas y Jalisco respectivamente. Bin Laden, también conocido como El 300, comandaba una célula de sicarios del cartel de Sinaloa y El Chaparrito pertenece al Jalisco Nueva Generación. Los golpes contra el crimen se han exhibido este martes en una rueda de prensa con presencia de varias autoridades de Defensa y Seguridad en la que se ha insistido en la intención del Gobierno de no tolerar la violencia organizada. Sin embargo, a juicio de los analistas especializados, estas acciones suponen más que un cambio en la política, un viraje en la narrativa de un Gobierno acosado por la percepción pública de que el país se ahoga entre las balas. Otros lo atribuyen a la necesidad de hacer un gesto ante el Gobierno de los Estados Unidos, que presta colaboración y espera resultados.
Tras unas semanas en las que se han sucedido un horrendo fusilamiento en Michoacán, el asesinato de un alcalde y otros funcionarios públicos y la escalofriante violencia en el Estadio de Querétaro asociada al narco, las balas han cambiado la dirección. El golpe más contundente lo ha dado el Ejército contra el cartel del Noreste, con el arresto de El Huevo en Nuevo Laredo. Juan Gerardo Treviño era el líder de esta organización, que operaba en Tamaulipas, pero también en Coahuila y en Nuevo León, entre otras zonas. Esta red de criminales es la responsable de unas 170 operaciones contra los cuerpos de seguridad del Estado, especialmente militares, que han sembrado de cadáveres y heridos esa zona del país durante los últimos años.
Desde su detención hasta subirlo en un helicóptero camino de Piedras Negras (Coahuila) pasaron 16 minutos, aunque la revuelta que emprendieron los sicarios mantuvo Nuevo Laredo durante unas cinco horas en Estado de guerra, con barricadas de vehículos incendiados, balaceras y agresiones contra una veintena de bases y viviendas militares, ataques al Consulado de Estados Unidos y bloqueos en las calles. El Huevo fue trasladado después a Ciudad de México, según ha informado el Gobierno en rueda de prensa, y posteriormente a Tijuana, desde donde ha sido deportado a Estados Unidos. Allí tiene una orden de captura por tráfico de drogas y lavado de dinero, así como por el empleo de menores en operaciones con drogas. Juan Gerardo Treviño tiene nacionalidad estadounidense, razón por la cual, han explicado las autoridades, ha sido entregado, aunque en México también hay causas pendientes contra él en Cuahuila y Tamaulipas.
De las tres detenciones que se han mencionado varias veces en la conferencia de prensa, la más significativa es la de Treviño, lo que no es razón para dar por desarticulado el cartel. “Debilitado”, ha dicho el secretario de Defensa, Luis Cresencio Sandoval. La zona sigue llena de pistoleros de varias organizaciones. “Tamaulipas es un lugar donde se puede todavía extraer mucho dinero. Quizá se reorganicen con otro nombre o los de Golfo se hagan con la plaza” apunta el analista de Seguridad Alejandro Hope. “La captura de un personaje importante no es suficiente para suprimir el tamaño de la economía criminal de una zona”, añade.
Hope opina que la estrategia del Gobierno no ha cambiado a pesar de estas detenciones y de la inusual rueda de prensa en la que han dado detalles de la operación la máxima responsable de Seguridad, Rosa Icela Rodríguez, el subsecretario de Seguridad, Ricardo Mejía, y el jefe de la Defensa Nacional, Luis Cresencio Sandoval. “La captura de capos siempre resulta en una mejoría de la percepción pública sobre la seguridad del país, pero el Gobierno ha explicitado una y otra vez que su prioridad no es ir contra los grandes líderes. Salvo El Huevo, los demás son personajes menores”, explica Hope. Opina que estas operaciones están más bien destinadas a cambiar la narrativa ante la opinión pública. “El Gobierno está perdiendo esa batalla. No es un cambio en la política sustantiva de seguridad, si acaso en la de comunicación”, sugiere el analista.
“Abrazo, no balazos”, repite el presidente López Obrador cada vez que se presenta la circunstancia, es decir, cada vez que es interpelado por el clima de violencia que golpea el país y del que piden explicaciones y resultados organismos internacionales e instituciones políticas de todo el mundo. El mandatario mexicano no ha querido repetir la lucha armada contra el narco que emprendieron sus antecesores, como Felipe Calderón, en el sexenio de 2006 a 2012. Aquella guerra dejó demasiados muertos y los carteles siguen campando a sus anchas por todo México, allá donde haya un negocio rentable. En 2013 cayó Miguel Ángel Treviño, el Z40, jefe de los Zetas, y dos años después, su hermano Omar, Z42, que le había sustituido en el liderazgo. Ambos están presos en México. Los Zetas fueron una de las organizaciones criminales más sanguinarias y el joven Juan Gerardo se crio bajo las espeluznantes enseñanzas de sus tíos. Descabezada aquella banda, él fue quien hizo la transición hacia el cartel del Noreste. La detención de El Huevo ha sido un buen golpe, pero falta ver quién se hará con el mando.
“Lo más probable es que ahora se suceda una lucha intestina por la sucesión o que se desencadene un conflicto con el cartel del Golfo en Matamoros, que querrán la plaza de Nuevo León. Habrá un incremento de la violencia también en Tamaulipas si no se toman medidas precautorias”, dice el que fuera jefe de la Inteligencia Mexicana entre 2007 y 2001, Guillermo Valdés. “Para desarticular un cartel no basta con detener al cabecilla. Esto de El Huevo ha sido una operación de la Inteligencia de Estados Unidos, donde tienen un grave problema con el fentanilo y, desde la llegada de Biden, exigen al Gobierno de México resultados. López Obrador recibe la ayuda de Estados Unidos y tiene que dar señales de colaboración. Así que han agarrado a este señor y lo han mandado para allá”.
Valdés sostiene que para desarticular una organización criminal es necesario toda una tarea de Inteligencia sobe la estructura operativa, la logística, conocer los grupos de sicarios, cómo se lava el dinero, de qué forma se distribuye la droga. Y eso lleva más de un año, según su experiencia. Después pasaron otros tres hasta que arrestaron al Z40 y al Z42. “Además, para que la operación sea efectiva hay que contar siempre con el Gobierno de la entidad, y en esta de El Huevo, el Gobierno de Tamaulipas ha estado ausente, ha sido un operativo estrictamente federal”, critica.
El secretario de Defensa, Sandoval, ha dicho en rueda de prensa que la captura de un cabecilla, efectivamente, no es de un día para otro. Se ha contado con la colaboración del Ejército, la Guardia Nacional y la policía ministerial; además y principalmente, con los servicios de inteligencia, que vienen de tiempo atrás. “Los últimos seis meses se intensificaron y hace tres que se produce el desarrollo de la Inteligencia sobre el blanco”. Para el golpe final se dispuso de la intervención de 25 o 30 elementos, cuatro vehículos blindados de distintas características “e importante poder de fuego”. Su colega en Seguridad, Rosa Icela Rodríguez, ha asegurado que esto no supone un cambio en la estrategia del Gobierno contra el narco, contra el que vienen actuando de igual forma “desde 2018, con un avance en 2021 y lo que va de 2022″.
Las operaciones en todo este tiempo contra el cartel del Noreste y otros en la zona han dejado muertos y heridos, con especial incidencia entre los militares. En la madrugada del lunes, sin embargo, no hubo que lamentar víctimas, dice Sandoval, a pesar de las muchas agresiones que se registraron en Nuevo Laredo a balazo limpio. “Enfrentamos esa posibilidad cada vez que salimos de los cuarteles”, ha añadido Sandoval, quien ha calificado Tamaulipas como el Estado donde más violencia se registra.
Nadie descarta ya la revuelta de los carteles y sus sicarios en esta zona del Noreste mexicano. Tamaulipas ha sido reforzada con 783 militares y cuatro helicópteros artillados y también se tomarán precauciones en Coahuila y Nuevo León, donde este año esperan aumentar en más de 450 hombres las fuerzas de seguridad. La responsable de Seguridad ha señalado que el Gobierno “está pendiente” de lo que pueda venir a partir de esta detención, por “las reacciones desesperadas de los criminales”. Así se lo ha asegurado “al pueblo de Nuevo León”.
Los Zetas sembraron el terror durante años en México. La organización no solo empleaba a antiguos militares bien entrenados para el crimen y la tortura, también reclutaba a menores de edad. Esa es la marca de la casa, que también determina el proceder del cartel del Noreste. Sandoval ha afirmado que en algunas redadas se han incautado de uniformes y armas como las de la Marina, con las que operan estos sicarios. La detención de un capo, en contra de lo que pudiera esperarse, no trae tranquilidad a la zona, sino más bien tambores de guerra.